DEJAR HABLAR

<<Dejar hablar>> es expresión, de sentido claro, dicha con cabreo más o menos reprimido en las conversaciones españolas en las que los participantes se interrumpen unos a otros con irritante insistencia, como ocurre de forma muy frecuente (se dan varios ejemplos reales al final), en especial cuando se debate sobre alguna cuestión de forma acalorada, que es lo habitual: que, a poco que el tema de debate lo propicie (el tema político es el que más lo propicia), se caldeen los ánimos y empiecen los hablantes a impacientarse ante el uso ajeno de la palabra y a impedirlo para tomar (o retomar) por las bravas el uso de la misma. 

¡Todo el mundo empeñado en que hay que dejar hablar, dejar hablar, dejar hablar! ¡Pero qué manía! ¡Para qué querrán hablar tanto!

Telecinco. Día 11 de febrero de 2012. Programa de debate sobre el delicadísimo tema de la Guerra Civil Española, que siempre acaba provocando vehementes enfrentamientos. ¿Es posible un debate así sin que nadie interrumpa a los demás? Ja. Antes criarán las ranas pelo. Por eso, y exasperado por el exceso de vehemencia interruptora, el tertuliano Fernando Sánchez Dragó comienza su última intervención avisando de que a la más mínima interrupción, interrumpe él también, sin reanudación, la expresión de su opinión. Y es que instantes antes había fracasado el presentador del programa, Jordi González, cuando, dirigiéndose a los tertulianos José Javier Esparza y esa personificación de la vehemencia llamada María Antonia Iglesias, intentaba poner orden con estas palabras tan frecuentes en todo debate typical Spanish que se precie: <<¡A ver, por favor, estoy intentando que no os interrumpáis!>>. Al verlo, se podía pensar con sardónica sonrisa: <<No te molestes en intentarlo, Jordi, si sabes que no lo vas a conseguir>> (esto de <<a ver, todos al mismo tiempo no>> –algo equivalente para ser exactos– también lo dijo César Vidal al menos en una ocasión: en la tertulia de análisis político que dirigía en radio COPE el 1 de octubre de 2007, en la que cuando se pusieron a hablar varios tertulianos al mismo tiempo intentó poner orden diciendo: ¡<<A ver, a ver, a ver!>>).

<<A inventar procedimientos naturales para ejercitar la muy no hay quien les gane a los españoles –podría perfectamente haber dejado alguien dicho–, con el resultado de que la riqueza de posibilidades expresivas de su idioma es tal que no puede sino asombrar a propios y extraños>>.

En efecto: eso es lo que podría opinar cualquier espectador foráneo: que aquí en España lo que hace falta es leer más y hablar menos, estarnos un poco calladitos, vamos, que si más sabios no nos haremos, más guapos al menos sí que estaremos. No estaría mal que se hiciera la prueba: que hiciera alguien, algún opinante de las tertulias radiofónicas y/o televisivas, un esfuerzo de contención en la próxima tertulia en la que participe y que se callara, y que después se mirara en un espejo que llevara ad hoc en el bolsillo. Ya vería cómo no podría más que rendirse a la evidencia: <<ah, pues sí: calladito estoy más guapo>>.

Y además, luego, cuando a algún opinante le dijera el moderador de turno que <<vamos a darle la palabra a Fulano, que no ha dicho nada en todo el debate, no ha podido el pobre meter baza>>, y nada más tomar la palabra este último le interrumpieran, pues tendría la oportunidad de decir esta víctima de la vehemencia oratoria ajena también, y suma y sigue, eso tan típico de: <<yo no te he interrumpido a ti>> o <<yo te he dejado hablar sin interrumpirte>>. Claro que habría de cuidar de no equivocarse y decir: <<yo te he dejado hablar todo lo que has querido sin interrumpirte>>, porque todo lo que habría querido no habría hablado, ya que le habrían estado interrumpiendo y quitando la palabra todo el rato, que no se sabe aquí quién es peor en esto de querer ser el que más habla de todos, hasta el punto de ser una tontería el afán de poseer la plusmarca, ya que te la van a quitar en un decir, y nunca mejor dicho, amén.

La lengua española tiene recursos expresivos proporcionales a las inauditas necesidades expresivas de una gente que no se calla ni debajo del agua: vamos, eso es el lago Baikal, por lo enorme, y es el lago Ness, por lo monstruoso, esto segundo porque si sobre el uso de tales recursos hubiera control por parte de los hablantes, pues tira que te va, podrías sobrellevarlos, pero es que parece que hayan comido lengua, qué gente, qué forma de querer todos hablar y hablar y hablar como si les hubieran dado cuerda, ¿no se podrían callar un poquitín aunque sólo fuera para tomar aliento.

Vive Dios que se nota en ese espejo del alma que es la manera torrencial de largar, y no sólo lo que dice la boca, la desaforada vehemencia hispana: <<bla, bla, bla; no sé si me explico; lo único que te digo es que bla, bla, bla; ¿me entiendes lo que te quiero decir?, no sé si me explico, pero en fin, oye, que eso, que bla, bla, bla; algunos dicen: calla, tonto, que no sabes de lo que hablas; pero yo, ¿sabes lo que te digo?: que ni caso, porque requete-bla, bla, bla. Resumiendo: pues eso: que bla, bla, bla y mil millones de veces bla y tú dirás lo que quieras, que si muchos blas son esos, y que si menos largar y más hacer, y que si esto y lo otro y lo de más allá, pero yo, oye, qué quieres, a ver si no va a poder expresarse uno, ¿o es que también tú quieres que me calle, con lo que empobrece eso el idioma?>>.

Por darle a la lengua que no quede: donde los toros en tiempos idos bravos, meterle caña al álgebra y al laboratorio, que es cosa de reconcentrados que parece que estén mudos, no se hará, y al que le dé por ahí, como dicen los que entienden, emigrar habrá; pero en crear formas de mejor realizarse personalmente como seres si no con don de lenguas, sí con su pedazo <<don de lengua>> castigador bien expuesto ahí por las buenas o por las malas, vaya si destaca el españolito irreprimiblemente parlanchín: dale que te pego a la muy, dale que dale, dale que le das: <<déjame hablar>> –se repite todo el rato, a veces rematando con <<coño>>, en cualquier debate televisivo de esos de continua interrupción de todos a todos o más bien de todos contra todos, que parecen ser toditos todos–. Que no, hombre, que no, no te empeñes en que te dejen, ¿no ves que si te dejan no pueden hablar ellos? <<Déjame hablar>> o <<déjame terminar>>:

<<¡Déjame terminar!>> –le dice Antonio Pérez Henares a un contertulio en la cadena de televisión La Sexta, a las 13:12 el 16 de abril de 2013. El otro no le quería dejar terminar, sino que lo que quería era hablar él, a ver si hablando él el otro, Antonio Pérez Henares, se callaba y podía hablar sólo él, por lo menos antes de que otro le hiciera lo mismo (interrumpirle) a él y se viera obligado él también a defender su uso de la palabra a capa y espada, diciendo por ejemplo, más bien cabreado que lo contrario: <<¡déjame terminar>>.

Lo mismo, qué casualidad, le dice Melchor Miralles a un contertulio en Telecinco el 4 de julio de 2013. Le ruega amablemente a dicho tertuliano: <<Déjame terminar>>.

<<¿Pero me dejas terminar?>> o <<¿hablas tú o hablo yo?>> –no paran de decirse mutuamente, en defensa propia, los protagonistas de esos guirigays de todos a la greña que son los debates al uso de democrático derecho de cada quisque a no respetar el democrático derecho del <<interlocutor>> a no respetarle a nadie más derecho que el de cerrar el pico, hostia, ya está bien, pedazo egoísta, que te crees que el único que tiene boca eres tú, joder, coño, ya.

Que les dejen hablar, reclaman por las cadenas de televisión los piquitos de oro, con el aparentemente genuino acaloramiento de quien está algo más que mosqueado y como reprimiéndose a duras penas el impulso de matar; que les cedan el uso de la palabra pretenden, los muy inocentones. Pero qué les van a dejar, hombre, por favor, hasta ahí podíamos llegar, ni que fuéramos finlandeses, que hay que sacarles las palabras con fórceps, qué depre, no sé cómo no se morirán de depresión estos finlandeses por no interrumpirse, como hacemos nosotros, unos a otros a muerte.

<<¡Quiero acabar, quiero acabar [lo que estoy diciendo]!>> –gritaba un sexólogo en el programa de Manuela Ríos en la televisión Canal 9 el 12 de diciembre de 2003. Que no, hombre, que no; ¿no ves que no te quieren dejan acabar?, ¿para qué te empeñas en pedir imposibles?; ¿no ves que los demás también quieren acabar y empezar y seguir y volver a acabar y a empezar y a seguir y que como te metas por en medio te vas a tener que romper la voz?; ¿y no comprendes que la pobre Manu Ríos, como ya había hecho en el programa del día 7 anterior, se iba a ver forzada a decir su frase de <<¡Todos a la vez, no! ¡Alto, por favor!>> o, como último recurso, castigarlos a todos sin hablar como hizo la Campos? ¿No lo viste? Pues yo te lo cuento. De la presentadora María Teresa Campos hablo. En su programa en Telecinco del 18 de diciembre de 2003, decía un contertulio: <<Déjame contestar>>. Y el otro, pues que fastidiado, porque es que –protestaba– le tocaba a él. Y la presentadora que corta por lo sano: <<No le toca a ninguno. ¡Venga! ¡Publicidad>>.

Y esa incontinencia verbal, ese hablar diarreico, ese darle rienda suelta a la lengua sin control posible, ese deporte nacional de perder a raudales la fuerza por la boca a la mayor gloria de un <<hablando se entiende la gente>> que habla por sí solo, no puede sino producir una prodigiosa variedad de recursos entre los que, dadas las circunstancias, claro que no podía faltar, además de ese <<si no lo digo, reviento>> real como la vida misma, una invitación al silencio (nada efectiva pero que cumple su función como válvula de escape al sufrimiento profundo, al cabreo insoportable por no poder meter uno baza) como la de <<anda, sé buen chico; ¿por qué no me haces el puto favor de callarte ya de una puñetera vez? Hay que dejar hablar. ¿No lo sabías, que hay que dejar hablar? ¿Por qué no te metes en la cabeza, de una maldita vez, que hay que dejar hablar a la gente?>>.

Ejemplos de uso de la expresión:

DEJA HABLAR

  1. José Antonio Abellán, en una tertulia sobre fútbol por él dirigida en radio COPE, dice el 19 de junio de 2006, dirigiéndose a uno de sus contertulios, que está interrumpiendo a otro: <<Miguel, deja hablar>>.

DÉJAME HABLAR

  1. Carmen Gurruchaga, en un debate sobre un tema de la actualidad política española emitido por Telecinco el 12 de mayo de 2012: <<Déjame hablar; déjame hablar, por favor>>.
  2. Isabel Durán, en el programa La noria de Telecinco del 22 de agosto de 2009 (un debate muy crispado sobre política), realiza de forma un tanto airada esta petición a un contertulio: <<Déjame hablar, un poquito de educación, déjame hablar>>. 
  3. En el mismo debate del ejemplo anterior (el programa La noria de Telecinco de fecha 22 de agosto de 2009), otro participante: <<¡Cállate! ¡Déjame hablar!>>.
  4. Una ex vedette de nombre artístico B. B. Palmer, participante en un debate televisivo en tono de verduleras (el programa de Manuela Ríos) emitido por la televisión Canal 9 el 21 de noviembre de 2003, y dirigiéndose a uno de los participantes del mismo:  <<Un momento, ¡déjame hablar a mí, coño!>>.

¿ME DEJAS HABLAR?

  1. En tertulia dirigida por Susanna Griso en la cadena de televisión Antena 3 el 22 de febrero el 2010 (11:00 horas), una tertuliana dice dirigiéndose a un tertuliano*: <<¿Me dejas hablar?>>.     [* El tertuliano de marras, se ve que tenía miedo de que se quitara la mujer un zapato y se lo lanzara como un misil a la cara, no le replicó: <<¡No me sale del chichi callarme!>>].

DEJAR QUE [alguien] HABLE

  1. Luis Herrero, en una tertulia radiofónica por él dirigida en Es.Radio el 18 de noviembre del 2013 y en la que se entrevista (sobre su libro <<A Moscú sin kalashnikov>>) a Daniel Utrilla, ante las constantes incursiones en el uso de la palabra que hacen sus contertulios (quienes apenas permiten que el entrevistado conteste tranquila y completamente a ninguna de las preguntas que se le formulan), insta a éstos a ejercer un poco más de autocontrol sobre la mui: <<¿Pero queréis dejar que hable?>>.

EXPRESIÓN RELACIONADA:

DIÁLOGO DE SORDOS